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Querida Cris:

Me he cansado de luchar contra molinos de viento, no puedo más con una sociedad de olvido selectivo, y menos con una prensa que solo desciende sobre nosotros como buitres para exprimir datos escabrosos, mientras que ningún medio se atreve a mostrar las verdaderas causas de las injusticias. Leer tu sentencia con mirada de hielo y corazón de piedra es la mejor manera de mostrar indiferencia.

La sentencia es otro navajazo más en mi duelo:

Cariño, tu asesino, pagará una suma de dinero como “compensación” y la justicia lo acepta como atenuante, así de simple, por una suma de dinero te beneficias con menos años de prisión.

Perfecto. ¿Cuánto cuesta matar a una mujer? Cuesta exactamente la cantidad que un asesino con dinero está dispuesto a pagar para que su condena sea más corta. Si eres lo suficientemente rico, asesinar te sale a cuenta. Literalmente. El dinero compra la reducción de la pena. No es justicia, es una tarifa por asesinato, rebajada si pagas rápido. Así funciona: tienes dinero, matas, pagas, y listo. ¿Asesinar? Sí, es el privilegio de los ricos. Una vez más el dinero es más valioso que una vida.

Me duele ver como esta balanza ciega decide ignorar el parentesco, a pesar de que el propio asesino confesó ser una pieza más en nuestro hogar (-lo trataba como a un hijo, lo llevaba y traía todos los días al instituto y fue un comensal habitual en nuestra mesa-). Mientras que el Jurado Popular lo reconoció por pura y simple lógica.

Además, «le perdona» años de condena por una supuesta depresión. el Jurado Popular, voz del sentido común, junto a un coro de profesionales (psiquiatras y psicólogos forenses), dictaminaron que este asesino actuó con plenas facultades y consciencia. No había niebla, solo intención. El mismo asesino lo dijo.

¿De qué sirvió entonces el Jurado Popular? ¿De qué sirvió el veredicto unánime de los expertos, si se beneficia a un asesino con el comodín de la depresión?

Hoy esta decisión judicial es y será una derrota para todas las mujeres silenciadas, una herida abierta, sangrando ante la cobardía de un sistema que no solo ha fallado a nuestra niña, sino que seguirá fallando una y otra vez a cada víctima de violencia de género, esa que algunos aún se atreven a negar. Pero si mi hija hubiera nacido varón, seguiría con vida. “LA IGNORANCIA ES ATREVIDA”

Mi niña, ¿cómo una sentencia puede anular a la ciencia o contradecir a los profesionales que determinaron hechos probados?  

¿QUÉ VALIDEZ TIENE ENTONCES EL VEREDICTO DE UN JURADO POPULAR?