Menú Responsive

Te vi caer, mi niña,
desangrarte en cuarenta y dos heridas,
cada una: un grito,
cada una: un pedazo de ti arrancado.

Cuarenta y dos veces
mataron tu risa,
tus sueños,
tu futuro.

Y yo… con las manos vacías,
con el alma hecha pedazos,

mirando cómo la vida se te apagaba,
diluyéndose en charcos tu propia sangre.

Habría ofrecido mi vida entera
y sentir esas cuchilladas en mi carne,
habría caído en tu lugar
mil veces, sin dudarlo.

Ahora el mundo sigue, indiferente,
pero, yo apenas respiro
con el peso de tu ausencia.

Por qué yo estoy aquí, y tú no,

Pero, te llevaré conmigo

en cada uno de mis latidos.

Y te juro, mi niña,
que mientras yo este viva
nadie logrará silenciarme.


Transformaré tu nombre en truenos,
incluso en los días más soleados,
y tu voz serán mis aullidos,
exigiendo verdad y justicia.