Querida Cris:
Cariño, recuerdo cuando vimos juntas la película Siete almas y hablamos de que las dos donaríamos nuestros órganos, y que después queríamos ser incineradas, no enterradas y mucho menos encerradas en un nicho. Pero el destino fue cruel: había que practicarte una autopsia para el juicio. Yo hubiera querido que tu corazoncito —tan grande, tan lleno de vida y amor— pudiera seguir latiendo en otra persona, pero también se me arrebató eso. No llegaste a cumplir los 19 años… No pudiste abrir tus regalos, aquellos que ya teníamos preparados para ti con tanta ilusión.

El día de tu cumpleaños, el 4 de julio de 2022 preparé la mesa para cuatro con un profundo dolor. Mi tristeza era inmensa y la abuela se enfadó conmigo por no poner tu cubierto; en su demencia, a veces seguía esperándote. Tuvimos que explicarle una y otra vez que habías muerto.
En ocasiones, me contaba que habían apuñalado a una chica en el parque y, llorando, yo tenía de nuevo que repetirle que esa chica eras tú. Aquello me estaba destruyendo poco a poco. Nos mataba a todos. Era como si la muerte y la demencia se hubieran aliado para hundirnos aún más.
Scooby y la abuela no dejaban de subir a tu habitación. Yo la mantenía cerrada, pero Scooby tocaba la puerta con su pata, como tantas veces había hecho para ir a despertarte. La abuela se volvió aún más dura conmigo. Ahora que ya no está, puedo recordarla con más afecto, a pesar de sus duras palabras. Cariño, tu abuela murió tres años después de tu asesinato, con el dolor de no haber conseguido justicia para ti. Todos los días, sin falta, iba a verte al cementerio. Y murió esperando una residencia.

Cris, una parte nuestra se marchó contigo, quizás para poder seguir siempre a tu lado.
