Querida Cris, mi niña valiente:
Tu juicio ha sido un espejo cruel, que nos ha mostrado tanta oscuridad como pura luz. El dolor nos ha revelado la traición de aquellos que decían ser “tus amigos” y que resultaron ser desagües que filtraban información útil a tu cazador. No serán asesinos, pero se convirtieron en eslabones de una cadena que te arrastró a la muerte. Hoy los despido de nuestra vida y de tu recuerdo.
Pero, Cris, el amor de tus verdaderos amigos —la familia que elegiste—: Bryan, Amy, Noelia, Mónica y Alba. Ellos sí han estado ahí. Han estado presentes en el juicio, asumiendo parte del dolor que nos arrastra y han ofrecido el único consuelo posible: su presencia inquebrantable. Su lealtad se ha convertido en el legado de amor y verdad que tú siempre mereciste. ¡Gracias!
Cariño, el juicio se ha convertido en una hoguera de revelaciones y las pocas cenizas de paz que podían quedarme hoy están quemadas. Ahora entiendo por qué no sabíamos. Por qué nuestros abogados no nos querían contar detalles, ellos fueron el escudo contra la metralla del horror.
Revivir la agresión fue descubrir la profundidad de su sadismo. Ese monstruo no solo acabó con tu vida; quiso quebrarte primero. Te asestó un puñetazo brutal en el rostro, un golpe calculado para destrozar los huesos de tu cara —el pómulo, la órbita frontal— y derribarte. Era el acto cobarde que buscó doblegarte, dejarte indefensa y aturdida, para luego consumar su atrocidad con los 42 navajazos.
Aquel ojito derecho, hinchado y morado como una pelota de tenis que yo contemplaba horrorizada en el hospital, no era una herida más. Era la púrpura huella donde reside la veracidad de la violencia de género.

Y para colmo del dolor, “la defensa”: un abogado que, con frialdad inhumana, intentó ensuciar tu memoria, culpar a los médicos que lucharon por tu vida, y hasta culparme a mí, tu madre, que habría muerto por ti mil veces. Las palabras de este sembrador de culpas imaginarias son como piedras lanzadas contra cristales que ya habían roto anteriormente.
Entre tanto dolor y fatiga siento satisfacción al hablar de los defensores de tu causa. Wilfredo y Fátima, curiosamente siempre que hablo de ellos digo “nuestros abogados”, pero en realidad han sido tus abogados, defendiéndote con uñas y dientes. Junto a ellos recordaré también siempre a Victoria, la Fiscal y Pablo, el abogado de la Comunidad de Madrid… Todos ellos han extirpado mentiras para exponer tu verdad. Ha sido una batalla ganada por la ética de verdaderos profesionales que se han alineado con la única verdad posible: tu feminicidio.
Hoy tu nombre se ha convertido en un estandarte violeta de la Violencia de Género y por fin cierra bocas a incrédulos machistas, pues el pasado 9 de octubre de 2025 el Jurado Popular de tu caso con unanimidad declaró AL MONSTRUO CULPABLE de todo:
Culpable de: cruel asesinato, vil alevosía, calculada premeditación, del sádico ensañamiento, de la violencia de género que le convierte en un monstruo cobarde, y por último, la peor de las traiciones, el parentesco.
Mi niña, ahora nos encontramos a las puertas de la sentencia. La próxima semana, un juez determinará el peso de un castigo bien merecido. Espero que tu asesinato sea castigado con la máxima pena y, asimismo, reconocido claramente como violencia de género.
Hoy me siento como si una estampida de elefantes me hubiera pasado por encima. Pero, tu luz, mi niña,ha transformado cada vértebra rota y cada lágrima derramada en una fuerza inquebrantable. Lucho por ti y por tu verdad, para que este asesinato tan cruel no conozca ni el olvido ni el perdón.
Ahora solo nos queda esperar. Que la justicia reconozca la magnitud de tu pérdida y el horror del sádico que te quitó la vida.
¡JUSTICIA PARA CRISTINA!

