Menú Responsive

Querida Cris:

Lo cierto es que ni siquiera sé si algún día podré terminar de escribirte todas estas cartas, en las que intento contarte mis sentimientos en mis momentos más oscuros. Pero de momento, necesito hacerlo… necesito seguir hablándote, mi niña, mi gran confidente. No he publicado ni la mitad de lo que te escribo, pues no puedes imaginar el dolor tan profundo que me atraviesa, ni el vacío infinito que me dejaste al irte.

Hoy todo el mundo me dice que soy muy fuerte, pero soy solo un cascarón medio roto que aparenta, mientras por fuera disfrazo mi sufrimiento con sonrisas que ya no me pertenecen.

Es curioso que no dejaba de preguntarme: ¿Cómo podía moverse mi mundo sin ti? … y… recuerdo una frase de Gabriel: un día que íbamos los tres a la piscina, dijo: “¿Cómo puede seguir todo, el mundo sigue…? ¿Cómo puede ser?”… Tu hermano ha sido y sigue siendo, junto a papá, mi salvación. Ni te imaginas como te extraña Gabriel. Para todos nosotros, ya nada será igual… nunca. Tú eras irremplazable, nuestra Cris, nuestra niña. Continuaremos adelante sin ti, pero jamás dejaremos de recordarte con todo nuestro amor.

He recibido horribles frases y preguntas absurdas de personas; no merece la pena repetirlas, supongo que en sus diminutos cerebros las neuronas no logran hacer bien la conexión. Tu muerte, cariño, se ha convertido en un filtro muy doloroso, pero que me ha ayudado a reconocer los vínculos auténticos. Pues ahora veo que personas que creía imprescindibles en mi vida no lo son, y que otras que antes me eran invisibles, merecen caminar a mi lado siempre.

Hoy mi corazón grita justicia por ti, y nadie, nunca, podrá borrar la violencia atroz que sufriste ni el vacío que dejaste en toda la familia.