Querida Cris:
Como ya sabes, yo hace mucho tiempo dejé de creer. Pero papá… papi renunció a Dios el 30 de junio de 2022. Él, que siempre vivió agradeciéndole todo lo que tenía, sin pedir nunca nada a cambio. ¿Qué clase de Dios puede responder a una devoción tan pura con un acto de crueldad tan absoluta?

Mientras, yo, medicada con pastillas que me obligaban a dormir, pero no me liberaban de las crudas pesadillas de tu autopsia, despertaba cada día librando una batalla entre la lucidez y la locura. Recuerdo decirle a mi psicóloga: “Creo que me estoy volviendo loca.”
Cariño, yo lloraba sin parar, muchas veces escondida, otras me encontraban y me abrazaban… No teníamos tu cuerpo para poder incinerarlo en un último adiós, así que, en un acto desesperado, decidimos hacer una misa, un simulacro para que todos los que te amaban pudieran encontrar un lugar donde volcar su dolor y poder despedirte.
Mi niña, te confieso que ahora envidio a papi, porque él sí supo que era plenamente feliz todos estos años. “Qué débil fui, pensando que mi dolor crónico o mis múltiples enfermedades eran un enorme problema… y ahora me resultan insignificantes, cuando las comparo con una pérdida tan irreparable.”
No describiré tu misa; pero fue muy emotiva. La iglesia se llenó. El alcalde, Ramón, que siempre ha sido quien más nos ha apoyado en este duro proceso, habló con una emoción que nos hizo temblar a todos. Había un gran cartel con tu foto, flores… y, al mismo tiempo, un dolor inmenso.

Por cierto, mi niña, más tarde también nos llamaron para decirnos que no podríamos incinerarte. No logro entender cómo estos procesos, tan crueles, terminan siendo más dolorosos para las víctimas que para los propios asesinos.
¿Dónde está Dios?
